El sufrimiento nos eleva a conocer mas a Dios
Transformaré su “Valle de Penas” en una “Puerta de Esperanzas”. (Oseas 2:15, La Biblia al día).
No es lo que tenemos, o lo que somos, o donde estamos, o lo que
realizamos, lo que nos hace felices o desgraciados. Es lo que pensamos
acerca de todo ello. Así, por ejemplo, dos personas pueden
estar en el mismo sitio, ejecutando el mismo trabajo, ambas pueden
tener sumas iguales de dinero e igual prestigio y sin embargo una es
feliz y la otra no. ¿Por qué? Porque su actitud mental es
diferente. La naturaleza de la lluvia es la misma, y sin embargo
produce espinas en el pantano y flores en el jardín.
Algunas veces Dios permite que andemos a oscuras para mostrarnos que
él es la luz. La siguiente historia acerca de un hombre que tenía la
vida tomada por el mango, pero que al final se le
desprendió, lo ilustra magistralmente:
Ladislao Vidal nació en España, de donde emigró a Cuba. Residía en
un puerto llamado Mariel donde llegó a ser dueño de un almacén de ropa y
a poseer un buen capital en dólares. Los miembros de
una iglesia cristiana le regalaban folletos y libros y le invitaban a
asistir a los cultos de la iglesia; pero Ladislao no prestaba atención.
Los negocios iban bien, él se creía un hombre seguro,
bueno, digno y justo. No sentía ninguna inquietud espiritual. Su
negocio reclamaba toda su atención. Según decía, las cosas espirituales
eran buenas para los viejos; pero él no las necesitaba.
Allá por los años de 1930 al 32 se experimentó en Cuba una gran
depresión económica y los negocios de Ladislao Vidal comenzaron a ir
hacia abajo de una manera alarmante. Y al final vino el
derrumbe y la ruina. Ante el desastre económico, su esposa se marchó
a casa de sus padres, y Ladislao buscó refugio en casa de un hermano
que vivía en Quiebra Hacha, lugar cercano a Mariel. Al
verse allí sin hogar, sin esposa, sin trabajo, en la ruina total,
iba todas las tardes
a una loma desde la que se veía la población de Mariel, y allí se
sentaba a contemplar el lugar donde había quedado sepultada su fortuna y
felicidad y como, no hay dolor más grande que acordarse
del tiempo feliz en la desgracia, una tarde se echó a llorar como un
niño y era tan grande su aflicción que decidió quitarse la vida.
Regresó a la casa de su hermano, y al buscar un papel para
escribir una nota explicando el motivo de su drástica decisión, se
encontró un Nuevo Testamento; lo abrió y empezó a leer. El resultado fue
que este hombre abrió la puerta de su corazón a
Jesucristo, y con él entraron la paz y el gozo, una nueva vida y la
esperanza de la gloria eterna.
Días más tarde Ladislao oraba con rostro radiante de regocijo: “Te
doy gracias Dios porque he perdido todo lo que tenía en este mundo. La
pérdida de los bienes materiales me condujo a buscar los
bienes espirituales y eternos. Si no hubiera perdido todo mi dinero
nunca te hubiera buscado ¡Gracias querido Dios por todo lo que me has
dado, por todo lo que me has quitado y por todo lo que me
has dejado!”
¿Ve usted como el sol de la esperanza brilla mejor cuando se asoma detrás de una nube de temores y aflicciones?
Los golpes de la adversidad son muy amargos pero nunca son
estériles. La prosperidad descubre nuestros vicios pero la adversidad
descubre nuestras virtudes.
La adversidad es como un ventarrón: nos lo arranca todo, menos lo
que no se puede arrancar, y así nos vemos como de verdad somos.
El fracaso debería enseñarnos humildad, pues no somos tan listos
como a veces nos creemos, y el tener que inclinar la cabeza de vez en
cuando añade algo a nuestra personalidad. Es bueno conocer
nuestras debilidades, aprender nuestras limitaciones. Es posible que
fracasemos en lo que hagamos, pero podemos tener éxito en lo que
hayamos aprendido. ¡Y eso es ya un verdadero éxito! Recuerde:
usted no esta acabado cuando le derrotan sino cuando se da por
vencido.
Dios no permitiría jamás el mal si no fuese lo bastante poderoso y
lo bastante bueno para sacar el bien de ese mismo mal. Confíe en que él
no cierra una puerta sin abrir otra. Él sabe sacar el
bien de lo que nos parece un mal. Si usted cree en la soberanía de
Dios, como creo yo, sabe que Dios puede hacer que una mala decisión
resulte en bien. Él puede hacer un milagro de una
equivocación.
Para reflexionar en familia
1. ¿Puede usted creer que el comentario anterior es la manera como Dios ha pensado en usted?
2. Comparta alguna experiencia en que reconoce que Jesús le mostró su amor en el fracaso y le condujo a algo mejor.
“Algunos hombres son como vasos musicales: para que produzcan las notas más finas, tienes que mantenerles mojados”.
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